Oscura Tentación: Capítulo 2

🩸Entregada a la oscuridad 

"Hay placeres que solo se descubren cuando apagas el miedo"

Tras el encuentro en la sala Elisa no sabía que, al cruzar esa puerta, no solo se rendiría al deseo, sino a lo prohibido. Armand tenía secretos, y ella estaba dispuesta a descubrirlos... incluso si eso significaba caer más profundo en su propia oscuridad.


Armand toma la mano de Elisa y la conduce a otra habitación. No es una simple estancia: es un santuario del deseo. La luz tenue de las velas proyecta sombras en las paredes tapizadas de terciopelo violeta. El aire está impregnado por el aroma a incienso y algo más que la hace sentirse más viva, más sensible. Un espejo ocupa un rincón, un diván de cuero negro espera en otro, y al centro, una cama de columnas con sábanas de seda parece llamarla por su nombre.


—¿Confías en mí, Elisa? —pregunta Armand, junto a la puerta cerrada.


Elisa lo mira. En sus ojos hay deseo, pero también algo más profundo… sumisión, entrega, algo que no había sentido nunca.


—Sí —responde apenas susurrando.


Armand se acerca a ella. Sus dedos recorren lentamente la piel de sus hombros. No hay prisa. Solo una tensión que crece entre ellos.


—Esta noche quiero que explores tus deseos. Que me dejes guiarte. Sin miedo. Solo placer e instinto —dice con suavidad, mientras la lleva hacia el centro de la habitación.


Elisa asiente.


Armand la desnuda poco a poco. Cada prenda cae como una ofrenda. La contempla con una intensidad que le corta la respiración, pero no dice nada. Solo acaricia, roza, explora. La hace recostarse sobre la cama, y sus manos se deslizan por sus muslos, su vientre, sus pechos, despertando olas de placer que la hacen arquearse y gemir con cada caricia.


Entonces, sus labios se posan sobre su cuello con ternura. Elisa lo siente: un roce distinto. Más agudo. El corazón le da un vuelco.


—¿Armand? —susurra, sin apartarse, pero sin poder evitar el estremecimiento.


Él se separa para mirarla. Sus ojos ya no son marrones oscuros… ahora tienen un brillo dorado.


—No quiero que te asustes —murmura él—. Pero necesito que sepas quién soy. Lo que soy.


Elisa guarda silencio. El pulso acelerado, el deseo mezclado con temor que, lejos de apagarla, la enciende aún más. Lo sabe. Siempre supo que había algo extraño en él.


—Soy un vampiro —dice Armand.


Sus manos no se han apartado de ella. Siguen acariciándola, envolviéndola en esa calma oscura que solo él puede ofrecer.


—Puedo parar si quieres —añade.


Pero Elisa, sin apartar la mirada, se inclina hacia él y le susurra al oído:


—No. Quiero más. Lo quiero todo.


Elisa vuelve a recostarse, y Armand se sitúa a su lado. La observa unos segundos más. Luego, su boca vuelve a su piel, pero esta vez hay una intensidad distinta, más profunda. Sus labios descienden por su clavícula, la lamen con lentitud, provocando espasmos de placer. Sus manos se mueven como si conocieran su cuerpo mejor que ella misma.


Elisa cierra los ojos. Cada roce de Armand le produce una corriente. Él se toma su tiempo, rodeando sus pechos con la lengua antes de atraparlos suavemente entre los labios, succionando, haciéndola gemir.


Su mano baja lentamente por su vientre, hasta rozar su humedad.


—Estás temblando —susurra Armand, sin dejar de mirarla.


—No de miedo —responde ella con voz temblorosa. Llena de deseo.


Él sonríe complacido, y deja que sus dedos se deslicen entre sus pliegues, acariciando con maestría. Elisa se arquea, sus caderas lo buscan. Sus dedos entran en ella, mientras sus labios la besan, la dominan, la envuelven por completo.


Entonces, Armand se arrodilla entre sus piernas. Su lengua reemplaza a sus dedos, descendiendo hasta su centro, lamiendo con precisión. Elisa gime. Siente que el mundo se reduce al calor de su boca, al gemido contenido.


Y justo cuando está al borde del clímax, Armand se detiene.


—Todavía no —murmura. Esta noche te voy a enseñar lo que es rendirse.


La gira con delicadeza, colocándola boca abajo sobre la cama. Sus labios recorren su espalda, besándola vértebra por vértebra, hasta llegar a la curva de sus caderas. Luego la vuelve a girar, quiere ver su rostro, sus ojos encendidos de deseo.


Se alza sobre ella, y mirándola fijamente, toma su erección en una mano y la guía hasta su entrada. La penetra despacio. Elisa lanza un suspiro largo, tembloroso, mientras su cuerpo se amolda al de él.


—Mírame —ordena Armand con voz grave.


Ella lo hace. Y entonces, en medio del vaivén lento de sus cuerpos, lo ve: sus colmillos asoman apenas, blancos, afilados, peligrosos. Y sin embargo, no puede apartar la vista. Esa visión le produce una ola de placer aún más profunda.


—Eres fuego —dice él. Y esta noche, arderás para mí.


Aumenta el ritmo, con movimientos intensos. Elisa se aferra a su espalda, a sus hombros, a lo único que puede sostenerla mientras su cuerpo se disuelve en placer. Él la roza suavemente en el cuello, sin perforar la piel, apenas rozándola, como si quisiera saborearla sin romperla.


—Dame más… —gime ella. En su voz hay un tono de entrega completa.


El orgasmo la arrasa con fuerza. La sacude desde dentro. Armand la sigue, su cuerpo se tensa mientras se descarga dentro de ella con un gemido oscuro, gutural.


Sus cuerpos quedan entrelazados, el sudor mezclado, los corazones latiendo con fuerza. Él la besa con ternura en la frente, como si acabaran de sellar un pacto.


—Ahora ya lo sabes —dice él en voz baja. No soy humano. Pero contigo… me siento más vivo que nunca.


Elisa, aún jadeando, lo mira. No dice nada. Solo lo besa, con los labios aún ardientes de placer.


No necesita entenderlo todo.


Solo sabe que ha cruzado un umbral, y que ya no hay marcha atrás.


"La noche los envuelve, y con ella, el comienzo de una entrega que va más allá del cuerpo. Porque hay placeres que solo nacen en la oscuridad".

Comentarios

  1. Un Vampiro!, aunque si te soy sincero, yo ya lo imaginaba, con ese nombre, los Vampiros nos reconocemos :) Y muy valiente Elisa en no huir ante esa revelación, aunque creo que Armand ya la tenía entre sus manos. Nuevamente un relato altamente excitante desde el inicio con esa sentencia.

    Besos dulces del Caballero y dulce semana, Mari.

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    Respuestas
    1. Hola Dulce, eso dicen, que entre Vampiros os reconocéis😉 será el aura o la mirada, jaja. Elisa ha quedado atrapada por el magnetismo de Armand en un mundo que teme y le atrae por igual. Continuará... 😉
      Besos Dulce caballero🌹😘

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