Oscura Tentación: Relato I

La noche con Armand

Elisa recibe una invitación al club Demons. Allí, una presencia magnética la atrae. Se trata de Armand, su anfitrión. Despierta en ella un deseo oscuro y ardiente. No imaginaba lo que estaba a punto de vivir.

*****

Elisa sostiene la invitación entre sus manos, una tarjeta elegante con letras doradas que brillan bajo la luz de su lámpara. Club Demons. Un nombre misterioso que despierta su curiosidad. La firma: Armand. No sabe quién es, pero hay algo que la atrae, algo que la impulsa a aceptar.


La noche del evento, Elisa elige un vestido negro ceñido que realza sus curvas y unos tacones altos que le dan un toque de elegancia. Su melena morena cae sobre los hombros y sus ojos azules brillan entre la emoción y el nerviosismo. No sabe qué esperar, pero está decidida a descubrirlo.


El club Demons está en una calle oscura y poco transitada. Su fachada, de piedra negra, parece absorber la luz. Las puertas se hierro forjado, con detalles dorados, se abren cuando Elisa se acerca, emitiendo un suave chirrido, como si la invitaran a entrar. En el interior predominan las luces tenues, la música suave y un ambiente cargado de misterio. El aire huele a una mezcla de canela y algo más...  algo indefinible, que le provoca un cosquilleo en la nuca.


Mientras avanza por la sala principal, nota miradas que se posan sobre ella. Se siente el centro de atención sin buscarlo. Trata de ignorarlo, concentrándose en encontrar a Armand. De pronto, una voz profunda y cálida suena a su lado:


—Elisa, me alegra que hayas venido. 


Se gira y se encuentra con Armand. Un hombre alto de presencia imponente. Moreno, con unos ojos marrones que la miran con una intensidad que la hace sentirse desnuda. Lleva un traje negro y su sonrisa es tan enigmática como el resto de su persona.


—Gracias por la invitación —responde Elisa, manteniendo la compostura a pesar de la extraña sensación que le provoca su presencia.


Armand toma su mano con naturalidad; sus dedos largos y cálidos envuelven los suyos. Hay algo en su tacto que provoca un escalofrío placentero por su espalda erizando su piel.


—Es un honor tenerte aquí —murmura, acercándose un poco más—. Esta noche es especial y quería compartirla contigo.


Elisa siente como su corazón se acelera. Hay algo en Armand que la atrae, algo inexplicable que la hace sentir excitada y segura a la vez.


—Me alegra estar aquí —confiesa. 


Armand sonríe. Es una sonrisa que parece contener cientos de secretos. Se inclina hacia ella, su aliento roza su oído cuando le susurra:


—Esta noche, serás mía.


Las palabras retumban en su mente, provocándole un escalofrío de placer. No sabe qué pensar, pero la idea no le asusta. Al contrario, la hace sentir viva de una manera que nunca había experimentado.


—¿Vamos a tomar una copa? —propone Armand, con su voz suave y seductora.


Elisa asiente, dejándose guiar por él a través del club. El ambiente parece cambiar misteriosamente, como si conspirara para unirlos. Llegan a una puerta al fondo del salón. Armand la abre con un gesto elegante. Dentro, la sala es un oasis de lujo: muebles de cuero negro, velas aromáticas y una botella de vino tinto sobre una mesa.


—Siéntete como en casa —dice él.


Elisa se sienta en el sofá que le indica. Armand sirve dos copas de vino antes de sentarse a su lado, más cerca de lo que ella esperaba. El aroma afrutado del vino es tentador, pero lo que realmente la embriaga es la cercanía de Armand.


—Cuéntame más sobre ti, Elisa —dice, con sus ojos fijos en los suyos. 


Ella trata de responder, pero las palabras no logran salir. Hay algo en su mirada que la hace sentirse vulnerable.


—No soy muy interesante —murmura, bajando la vista a su copa.


—No estoy de acuerdo —dice él, riendo suavemente. Toma su mentón con delicadeza, obligándola a mirarlo—. Eres maravillosa, Elisa. Y esta noche voy a demostrártelo.


Antes de que pueda responder, Armand se inclina hacia ella. Sus labios se funden en un beso suave pero firme. Elisa se derrite bajo su contacto; su cuerpo reacciona con una intensidad que no puede controlar. Sus manos se deslizan por su espalda, atrayéndola hacia él. Ella se deja llevar, siente cómo su deseo crece.


Armand la recuesta sobre el sofá, su cuerpo la cubre como una sombra protectora. Sus besos son tiernos e intensos, explorando cada rincón de su boca antes de descender por su cuello, dejando una estela de fuego. Elisa gime suavemente, rindiéndose a la sensación.


—¿Confías en mí? —murmura Armand contra su piel, su aliento es cálido. 


—Sí —responde Elisa sin dudar, con la voz cargada de deseo.


Armand sonríe, sus dientes rozan su piel provocándole un temblor. Con movimientos fluidos, desciende aún más, sus labios y lengua exploran cada curva. Elisa se arquea, el deseo la consume. Armand desabrocha su vestido y lo desliza por sus hombros, dejando su cuerpo expuesto.


Él la observa con intensidad, recorriendo su piel con la mirada.


—Eres hermosa —susurra con admiración.


Elisa enrojece, pero no aparta la mirada. En sus ojos se siente única, deseada como nunca antes. 


Armand se pone en pie y se desabrocha la camisa, revelando un torso firme. El deseo de Elisa crece.


—Tócame —dice con un susurro ronco.


No necesita más. Sus manos recorren su piel, sintiendo como reacciona ante su tacto. Armand cierra los ojos dejando escapar un gemido contenido.


Con un gesto rápido él la gira y la coloca sobre él. Sus cuerpos se presionan. Elisa siente su erección firme contra el abdomen y sonríe.


Lleva sus manos a la espalda para quitarse el sujetador. La forma en que Armand la mira, la toca, la envuelve en una sensación de entrega. No quiere estar en ningún otro lugar.


Sus labios se encuentran de nuevo. Esta vez el beso es voraz. Se devoran. Armand la levanta ligeramente, posicionándose.


—¿Estás lista? —murmura con deseo.


—Sí —responde ella.


Armand la penetra lentamente. La llena por completo,  arrancándole un gemido. Se mueven al compás, conectados en cuerpo y alma. Cada embestida los acerca más.


El aire se llena de sus gemidos, de la música suave. Elisa se entrega, se deja llevar por una pasión que nunca había sentido.


—Mírame —ordena él, sin dejar de moverse.


Elisa obedece. Sus miradas se funden en un vínculo más profundo que el deseo. 


—Te deseo —confiesa Armand—. Desde que te vi, supe que eras tú. Tenías que ser mía.


—Y yo tuya —responde ella—. Esta noche y todas las que sigan.


Se besan con pasión, los cuerpos se aceleran. El clímax los envuelven. Elisa flota. Sabe, sin lugar a dudas, que esta es solo la primera página de su historia.

*****

La noche aún es joven, y el club Demons está lleno de secretos por descubrir. Pero por el momento, Elisa está donde desea estar: en los brazos de Armand.

Comentarios

  1. Un ardiente relato para abrigar esta fría noche, un encuentro intenso en un club que con ese nombre no puede no tener acción y perversión. Mientras oigo a Ely Guerra pareciera que estoy dentro del club recorriendo con la mirada.

    Besos dulces Mari y dulce fin de semana.

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