Preámbulo de un encuentro

"Él no pedía: ordenaba. Y ella no obedecía: se ofrecía.
Esa diferencia lo era todo".


El juego no era de fuerza, sino de voluntad. La suya, impuesta como hierro candente; la de ella, entregada como sacrificio voluntario. Cuando él cerraba su mano sobre su cuello, no había miedo: había gratitud. Cuando la empujaba contra la madera áspera, no había dolor: había consuelo.

—Eres mía —dijo, y en su voz no había ternura, sino sentencia.

Ella sonrió con los labios manchados de deseo. No contestó, porque la palabra no tenía valor en ese lenguaje secreto. Su respuesta fue dejarse caer más hondo, renunciar a sí misma, convertirse en la obra de su perversión.

En esa habitación no existía la inocencia, solo un ritual oscuro: el amo reclamaba, la cómplice se dejaba reclamar, y en esa danza peligrosa ambos encontraban una libertad que el mundo jamás entendería.

La lujuria no era placer, era pacto. La perversidad no era vicio, era fe. Y ambos, perdidos en su propio delirio, lo sabían: ningún cielo podía ofrecerles lo que ese infierno compartido les regalaba.

PaCountry©️

Tuya

Tuyo mi cuerpo...
Tuya mi alma...
Con cada orden, mi piel se eriza.
Un manantial nace entre mis piernas
cuando tu voz me reclama.
Soy deseo que se rinde,
una flor abierta en la penumbra.
Haz de mí lo que quieras...
pero hazlo lento.

Dakota©️



Lujo y Placer: Capítulo 2

 💎La propuesta


Aquella noche en el Luxury rebosaba brillo, música envolvente y perfumes caros. Las luces acariciaban las siluetas de los cuerpos que danzaban entre copas, risas y deseos. Yo recorría el local con paso seguro, bandeja en mano, dibujando sonrisas y esquivando miradas que a veces querían más de lo que ofrecía.


En uno de esos paseos conocí a Rubí. Estaba apoyada en la barra, cuerpo escultural enfundado en un vestido ajustado rojo. Me observó desde que entré en el salón, como si ya me conociera antes. Cuando pasé cerca, me detuvo con un gesto suave pero firme.


—¿Eres nueva? —preguntó, y su voz era como un susurro muy agradable.


Asentí.
Se presentó como Rubí, y sin más, me invitó a sentarme con ella durante el descanso. Había algo en su forma de hablar que me desarmaba: una mezcla de seguridad y juego, de experiencia y complicidad. No tardamos en conectar. Me contó que también había empezado como camarera, aunque ahora solo asistía a eventos especiales.


—¿Nunca has pensado en ganar más, sin tener que matarte todas las noches aquí? —me preguntó de pronto.


La miré sorprendida. 
—¿A qué te refieres?


Rubí dio un sorbo a su copa y me miró con una sonrisa. Fue directa y sin rodeos.


—Mañana tengo un servicio... diferente. No hay contacto sexual, solo presencia. Un club privado. Se trata de un baile. Erótico, pero cuidado, elegante. La idea es provocar sin tocar. Habrá solo una persona mirando. Un voyeur. Le gusta observar, no participar. Estaremos solas en la sala, él nos verá a través de un cristal de espejo que comunica ambas habitaciones. La chica que lo iba a hacer me ha fallado.


Me quedé en silencio. Sabía que esto podía pasar. Que el Luxury era solo antesala de algo más. Pero ahora que lo tenía delante, no supe qué decir.


—Te pagaré lo que aquí ganas en tres noches. Y estaré contigo. Es un baile en pareja. Solo movimiento, piel, y mucha imaginación.


Me costó procesarlo todo. La idea me atraía y me repelía al mismo tiempo. Era como estar al borde de un abismo que nunca imaginé cruzar... y sin embargo, algo en mí quería asomarse.


Rubí no insistió. Me dejó pensar. Me dio su número y me dijo que la decisión era solo mía.
Esa noche, al volver a casa, las dudas me sacudieron como una gran ola. Pensé en mis deudas, en las facturas de la universidad, en el sobre que había escondido en mi cajón con la factura atrasada del alquiler.


Y pensé en mí.


En la Mei que caminaba cada noche entre copas, sintiendo cómo las miradas recorrían su cuerpo. En la Mei que jugaba a seducir sin atreverse a cruzar la línea.


—Una sola vez —me dije, mientras marcaba el número de Rubí. El baile no se me daba mal, ya había trabajado como gogo en alguna discoteca.


Al otro lado, la voz de Rubí sonó cálida, como si ya supiera mi respuesta.


—Perfecto, cariño. Esta será tu primera vez... pero créeme, no la olvidarás. Quedamos a las siete de la tarde en el club El sueño dorado. Te envío ubicación. Tenemos tiempo para vestirnos y ensayar el baile.


—Allí estaré. Hasta mañana.


Ya no había vuelta atrás.
Y por primera vez, sentí un cosquilleo distinto... algo entre miedo y deseo.