Le gustaba observar a través del espejo, como un cazador que acecha a su presa. Me follaba con su mirada, penetrante, ardiente. Sentía cómo su deseo me envolvía incluso antes de tocarme. El roce del encaje sobre mi piel me hacía más consciente de cada curva, de cada pliegue que él devoraba con los ojos. Me incliné un poco más, ofreciéndole la visión de mi culo cubierto por las medias de red, provocándolo. Su respiración se volvió un gruñido contenido.
Entonces lo escuché acercarse, sus pasos firmes detrás de mí. Sus manos fuertes me agarraron de la cintura, y en un movimiento brusco me pegó al lavabo. La primera embestida fue dura, salvaje. Y su reflejo en el espejo me lo confirmó: no había escapatoria, solo placer brutal.
Observé su gesto de dominio, mi rostro retorcido de placer. Me poseía y el tiempo no existía, el único lenguaje entre nosotros era el de la carne ardiendo contra la carne.
Bello! Intensamente excitante! Ah... Este placer brutal me vuelve loco!
ResponderEliminarTus palabras recorren mi piel ardiente y lasciva, como una lengua de fuego! Ah... ¡dulce tesón!
Besos!